Se oyó a lo lejos un llamado de amor. Suave, casi silente, confundible con el suspiro de la brisa al pasar.
A la distancia se desvanece la tensión de mis sentidos y se duermen en el verde paisaje de unas colinas verdes a poca luz de sol.
El susurrar de la naturaleza risueña de una tarde intima me habla con sus idiomas de amor, amor a la vida, amor a la soledad conmigo mismo, del amor al mismo amor y del clamor de amor que
retumba en mi corazón.
Mi serenidad es tal que el viento le habla a mis suspiros y estos consultan sus deseos con el sonar de unos latidos anhelosos.
Hace tiempo mil alma no le hablaba a mi vida y mi vida no le hablaba al viento.
Viento amigo que en lugar de desvanecer mis palabras y mi sentir, los lleva cual fiel mensajero al escuchar y respirar de quien suspira y anhela escuchar palabras ligeras en sencilles y profunda en sensaciones.
A la distancia hay un reflejo de mi alma, que si bien aun no me refleja, lo hará por designio divino y en su justo momento.
No hay noche que no termine; ni sol ardiente que no se duerma.
No hay presente inmejorable ni espera sin final; solo una prueba de fe y paciencia que en la vida se llama esperanza.
Esperanza que se aviva con mi acción de yo estar para ti, sin saber si tu estarás para mi.
Acción que pesa a la sombra de delpasado, de la incredulidad y de la inteligencia; pero vuela a la luz de una sonrisa, de un suspiro,
de un querer, de un paso hacia adelante despues de mil hacia atrás.
Si vivo de amor, puedo morir de amor; pero si vivo sin amor muero sin haber vivido.
Autor: Wilfredo Alberto Guzmán Fernández
Fecha: 2001-08-29 6:12 a.m.
Dedicado a: El Amor que va llegando